Vivimos un tiempo donde la esperanza no la podemos perder, es una necesidad.
Es un tiempo donde estamos llamados a vivir dentro de la flexibilidad que la virtualidad exige. La paciencia es una virtud, definitivamente es un don; un fruto que el Espíritu de Dios concede.
Vemos a veces enfrentados a los Padres con los hijos, a los padres con el colegio, enfrentamientos entre los hermanos.
Experimentamos que no siempre es fácil ponernos en el lugar del otro, que no siempre comprendemos la situación del otro y que amar a veces se torna difícil, en estos tiempos.
Hoy vivimos una invitación, un llamado a ver lo que Dios nos revela de nosotros mismos, en medio de este contexto de pandemia, de enfermedad y de crisis.
No perdamos de vista lo hermoso de cada día y ver con esperanza el mañana, no perdamos el contemplar el amor de Dios en cada acontecimiento.