“El desarrollo de la autonomía demanda una constante reflexión: desde el alma y desde la cognición.”
Cuando pensamos en la “autonomía” suelen venir a nuestra mente situaciones y conceptos favorables. Pocas veces nos enfrentamos con posturas donde la autonomía requiere de un “límite” o “acompañamiento”, más aún, no suele ser una realidad frente a la cual nos enfrentamos o identificamos. La tecnología y la educación virtual actual, nos llevan a reflexionar sobre los nuevos escenarios educativos, las nuevas formas de aprender y el “nuevo ser” que se está promoviendo dentro de este marco.
Hoy “estar desconectados” para muchos niños, adolescentes e incluso adultos es un “caos”, la dependencia que se ha generado es tan grande, que incluso puede generar ansiedad y mal humor. Esta realidad exige introducir en nuestro plan de formación “un equilibrio” entre lo sincrónico y lo asincrónico, reconociendo que nuestros estudiantes ya hacen uso de manera libre y espontánea de un tiempo virtual personal. El tipo de acompañamiento antes, durante y después, de las sesiones virtuales, depende de las características de la actividad, de la edad de los chicos(as) y de la realidad tecnológica familiar.
Esta realidad tecnológica familiar, la definimos como “situación familiar en la cual se hace uso de la tecnología”. Estas situaciones pueden ser diversas, los elementos que la determinan son: el tiempo, el conocimiento y habilidad sobre las TIC y los miembros de la familia.
La interrelación entre estos elementos, son los que determinan la realidad tecnológica familiar. Nos referimos a contextos donde los padres están o no presentes en casa, para acompañar el uso de la tecnología, si saben o no usar los nuevos medios, si los hermanos u otros miembros de la familia, son parte de este contexto de aprendizaje.
En cualquiera de las situaciones estamos viendo que los estudiantes están desarrollando niveles de autonomía, tanto moral como intelectual. El desarrollo de ésta se da, como parte de un proceso que se inicia en la infancia y se convierte en un desafío evolutivo. La autonomía se va manifestando en la manera cómo vamos empleando las reglas, empezamos bajo la influencia de un adulto (heteronimia) y nos movemos hacia la autonomía que responde a la obediencia de las reglas por consenso (Piaget, 2001). Recorremos un camino de constante aprendizaje, “en relación” donde la autonomía moral (lo bueno y lo malo) y la autonomía intelectual (lo verdadero y lo falso) se entrelazan. El contacto con los demás, las relaciones con las personas de nuestro entorno, afianzan o desestabilizan nuestra autonomía para relacionarnos positivamente con el entorno. Cabe preguntarnos si este contacto de relaciones, en medio de la virtualidad, ¿se está dando?,¿las escuelas lo promueven con esta finalidad?
La autonomía permite que uno sea capaz de pensar por sí mismo, con sentido crítico, considerando diversos puntos de vista tanto desde el ámbito moral como en el intelectual. Esta capacidad para establecer normas propias y regirse en base a ellas, autorregulando los aprendizajes, tomando conciencia de los propios procesos cognitivos y socio-afectivos (meta cognición) y tomando decisiones; se da en la actualidad dentro de la educación virtual, condicionada por la realidad tecnológica de cada familia.
Según Aebli (2001) existen tres pilares del aprendizaje autónomo que se dan acompañados de la proactividad y la responsabilidad:
- El autoconocimiento que se desarrolla a partir de los procesos de meta cognición. Nos referimos a la capacidad de conocer el propio proceso de aprendizaje a partir de la autoobservación.
- La autogestión, que implica la auto orientación, para realizar procesos de auto instrucción.
- La autorregulación o auto control, que se refiere a que el estudiante reconoce la utilidad del proceso de aprendizaje. Comprende la planificación, el monitoreo y la valoración consciente de las actitudes y limitaciones con respecto a las demandas cognoscitivas de una tarea específica.
Maturana (2011) afirma que el ser humano tiene que aprender a decir sí o no desde sí mismo, no desde el temor de perder una oportunidad y quedarse atrás. Esta capacidad para decir SI o NO forma parte de la evolución de la autonomía, que requiere de un acompañamiento y guía, sobre todo al inicio, para alcanzar el nivel más alto.
Vemos con agrado que nuestros hijos(as) como parte de la educación virtual, ingresan de manera independiente a sus clases, dominan la plataforma tecnológica como herramienta, sin necesidad de ayuda. Vemos cómo se organizan para hacer tareas y estudiar, haciendo uso de diferentes aplicaciones, muchas de ellas que no conocemos o no sabemos usar.
La tecnología por sí misma, despierta en esta generación.com, habilidades relacionadas con los pilares de la autonomía. El mundo digital moviliza la proactividad de nuestros hijos(as) para resolver problemas, ellos buscan tutoriales en YouTube, navegan por toda una aplicación, investigando las cualidades que ésta tiene, aprenden a usarla con el “ensayo-error”, intuyendo de manera acertada muchas veces, las acciones a realizar. Pero todos estos procesos se están dando en la mayoría de casos en soledad, sin el acompañamiento necesario para generar la reflexión que conduce al autoconocimiento, que permitirá la realización de acciones de autogestión y autorregulación.
Por otro lado, nos encontramos con las puertas que abre la tecnología a la autonomía, que pueden confundir, disfrazar o desvirtuar la marcha adecuada de ésta; sobre todo si no se cuenta con una persona que este acompañando su evolución, durante los primeros estadios. Los caminos son diversos y las distracciones varias, la capacidad para “auto controlar” las situaciones no adecuadas desde el simple hecho de un videojuego hasta una página para adultos.
Dentro del ámbito educativo, los escenarios que propician la relación entre tecnología y autonomía son:
No debemos confundir la autonomía con individualismo, no caer en el aislamiento ni en la autosuficiencia. El enemigo de la autonomía es la sobreprotección. Educar en una autonomía requiere de una comunicación afectiva positiva entre padres e hijos, basada en un mutuo respeto, para fomentar la aceptación de uno mismo en los hijos(as). Un termómetro de la autonomía es la capacidad crítica de la persona.