“La reflexión personal, te lleva al otro”
Enero, 2021
Nos encontramos en un siglo caracterizado por las redes sociales, donde la conectividad y la interacción asumen el rol central de todo quehacer, más aún en tiempo de cuarentena. El diseño pedagógico que parte del diálogo reflexivo fomenta el desarrollo de una actitud dialógica basada en el pensamiento crítico y creativo, que es una necesidad para el contexto actual en el cual se desenvuelve toda comunidad educativa.
La reflexión es un acto que posibilita el conocimiento sobre los propios actos y pensamiento, promoviendo un mayor nivel de comprensión sobre éstos. Este proceso se puede realizar dentro de un planteamiento de autoevaluación o dinámica grupal.
Si generamos espacios grupales, escuchar al “otro” puede ayudar a uno mismo. Los espacios íntimos, requieren al inicio acompañamiento o guías, como soporte para orientar las ideas y pensamientos.
Todo proceso reflexivo pone en actividad el pensamiento crítico y creativo, desde el diálogo consigo mismo como con los otros. En ambos casos el ser humano descubre que “el otro” es una pieza fundamental para conocerse así mismo. Para comparar respuestas, reacciones, formas de pensar y de actuar. Para analizar las experiencias reflexionando sobre los elementos, situaciones y contexto, para descubrir los “detonadores” de aquello que uno tiene dentro de su ser. En medio de ese actuar dinámico, la creatividad y criticidad se entrelazan para encontrar respuestas y plantear soluciones.
Partiendo de que el pensamiento crítico es un proceso complejo que involucra elementos cognitivos y afectivos que se activan por lo general con una “pregunta”, para analizar y evaluar el pensamiento para mejorarlo, para conocer la realidad con verdad. Y que el pensamiento creativo es un proceso dinámico que transforma la información y plantea soluciones originales y eficaces. Reconocemos la necesidad de comprender que existe una complementariedad entre ambos pensamientos. La resolución de problemas y la generación de innovaciones requiere de la combinación de creatividad y pensamiento crítico.
Las habilidades y actitudes que se ponen en movimiento cuando ambos pensamientos se conectan al iniciar procesos de reflexión, se complementan y enriquecen. Las dimensiones del ser humano interactúan de manera armónica en la medida que todas se activa, por ello es conveniente que el cuerpo emplee todos sus sentidos para percibir el significado o la información, que nuestra alma y espíritu se encuentre en disposición y motivada y que nuestras habilidades actúen como un engranaje que va encajando las habilidades para construir conocimiento. El contexto tendrá un rol importante, porque puede allanar el camino u obstaculizarlo según las variables que presente. Un ambiente cálido de confianza no ofrece el mismo contexto que un espacio hostil y de temor.
El proceso de reflexión moviliza todos los elementos descritos y nos lleva a este diálogo donde el pensamiento creativo y critico nos permite un encuentro personal desde el reconocimiento “del otro”. Como docentes identificamos que nuestras “acciones” desencadenan no sólo situaciones de aprendizaje, sino emociones y sentimientos en uno mismo y en los demás. De igual manera sucede en los estudiantes. Por ello es fundamental distinguir que todo nuestro “ser” es responsable de “hacer, deshacer, provocar, construir, recrear” espacios de aprendizaje. En esta situación es significativo tener la capacidad de describir los procesos que se llevan a cabo, desde una mirada crítica para fortalecer los aprendizajes; de ahí la importancia de la reflexión acción.
El desarrollo de un enfoque crítico reflexivo en la educación, requiere de un carácter sistémico y holístico donde el conocimiento no debe ser asumido como el resultado de las partes ni la secuencia de las mismas. Por el contrario, se precisa de que todo conocimiento se relacione con varios campos de conocimiento, que se comparen hechos o situaciones análogas y se apliquen conceptos a situaciones nuevas. La metodología de aprendizaje que se programa y ejecuta (desde la mirada docente) y que se vivencia (desde la mirada del estudiante) constituye de la misma manera parte de un todo con la reflexión acción.
El escenario ideal para este enfoque es el trabajo por proyectos que favorece la interdisciplinariedad y la transdiciplinariedad, donde el aprendizaje significativo se gesta en medio del diálogo y el debate, donde se busca generar confusión o dudas para favorecer el espacio de reflexión. La relevancia del aprendizaje determina su significatividad, con ello se asume como un contenido valorado y buscado. Pero en la actualidad, nos enfrentamos con posturas que no ven la propia acción, conducta y sentimientos como “algo significativo”, asumiendo por ende que no requieren de un “tiempo”. Nos urge educar de manera integral, viendo al ser humano como un todo: un ser corporal, con alma, espíritu y cognición. Contemplar que cada dimensión es parte de la otra, que se entrelazan y son interdependientes. Todas requieren atención, ser alimentadas y fortalecidas.
A través de la reflexión sobre la práctica podemos aprender, y para ello es necesario preguntar, problematizar, no sólo situaciones o problemas externos, sino internos. Tanto los maestros como los estudiantes advierten la necesidad de ejercitarse en el aprender a preguntar, “perder los miedos” para cuestionar aspectos específicos, explorar, indagar, y en esa medida identificar lo que se está aprendiendo. La llamada “duda inteligente” nos revelará el aprendizaje que se gesta en el estudiante y en el maestro.
Asumir el aprendizaje como proceso compartido, que parte del diálogo, supone un aprender de manera indirecta. Es preciso contemplar la necesidad de aceptar que “no se conoce o se duda de algo” para empezar la búsqueda y todo lo que ello implica: frustraciones, equivocaciones, aciertos, duda. En la marcha saldrán prejuicios y concepciones falsas que serán parte del debate y motivo de la construcción activa de inferencias, que dan lugar a los aprendizajes significativos.
El enfoque reflexivo presentado no debe quedarse sólo en las aulas al nivel de los estudiantes, debe ser una práctica de comunidad entre los docentes, para aprender sobre lo vivido y compartirlo; y una práctica de toda la comunidad educativa en general para identificar logros y debilidades y trabajar en ellos como equipo.